La historia de Isabel se remonta al año 1207 cuando nace en el seno de una Familia Real. Su padre fue Andrés II rey de Hungría, quien siguiendo los usos vigentes de la nobleza medieval, promete a su hija Isabel como esposa de un príncipe alemán de Turingia. Se casó a los catorce años con Luis IV, Landgrave o Gran Conde de Turingia, con quien tuvo tres hijos: Germán, Sofía y Gertrudis; ésta última nació cuando su esposo había muerto en 1227, víctima de la peste. Isabel, tenía en ese entonces, solamente 20 años.
En esa situación, Isabel, estuvo a punto de sucumbir a la desesperanza. Renunció a nuevas propuestas de matrimonio y decidió que el resto de su vida sería una vida de humildad y ayuda de los más necesitados, dando de comer cada día a más de 900 pobres en el castillo. Así continuó hasta que un día, Isabel se arrodilló en un altar y delante de varios religiosos hizo voto de renuncia a todos sus bienes para vivir totalmente pobre, como San Francisco de Asís, hasta el final de su vida y de dedicarse por completo a ayudar a la gente en situación de pobreza. Isabel cambió sus vestidos de princesa por un simple hábito de hermana franciscana.
La pobreza del pueblo en el que vivía, propio también de su época, estimuló más aún la caridad de la Princesa Isabel. Todo le parecía poco para remediar a los necesitados: la plata de sus arcas, las alhajas que trajo como dote y hasta sus propios alimentos y vestidos. En cuanto podía, aprovechando las sombras de la noche, dejaba el palacio y visitaba una a una las chozas de los vasallos más pobres para llevar a los enfermos y a los niños, bajo su manto, un cántaro de leche o una hogaza de pan. En un momento, la Princesa fue acusada de estar dilapidando los caudales públicos y dejar sin recursos los graneros y almacenes.
Por el año 1229 fundó un hospital en Marburgo, y lo puso bajo la protección de San Francisco, canonizado pocos meses antes. Es que el empeño demostrado por Isabel en vivir la pobreza, regalarlo todo y dedicarse a las obras de amor al prójimo con alegría, eran las exigencias de Francisco a sus seguidores; y es por eso que es ejemplo a seguir por muchos que profesan las enseñanzas de Francisco.
Isabel murió a los 24 años, en 1231. Fue canonizada por Gregorio IX en 1235. Los milagros que sucedieron años más tarde movieron al Sumo Pontífice a declararla santa, cuando apenas habían transcurrido cuatro años de su muerte. Ella dejó una vida intensa, a favor de los pobres y de los enfermos. Un camino para alcanzar la santidad más elevada y ser propuesta como ejemplo imperecedero de amor y entrega.
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