La celiaquía tiene un alto grado de prevalencia en la población de nuestro país. El Ministerio de Salud de la Nación calcula que una de cada cien personas la padecen. Puede aparecer en cualquier momento de la vida, desde la lactancia hasta la adultez avanzada, con mayores probabilidades de aparecer en personas con familiares que tienen la enfermedad.
Suele distinguirse de otras enfermedades por los síntomas que causa en los pacientes frente a componentes con gluten como el trigo, la avena, la cebada y el centeno (T.A.C.C.) y productos derivados de estos cereales. Sin embargo, debe estudiarse con mucho detalle, puesto que la falta de otros signos y la mirada en una biopsia pueden indicar que se trata de una intolerancia al gluten no celiaco.
Según la doctora María Belén Silva, miembro del staff de gastroenterología de nuestro hospital, para diagnosticar celiaquía se tienen en cuenta tres factores: el de la sospecha clínica o antecedentes familiares, el de anticuerpos o hallazgos de laboratorio y el de la endoscopía con biopsias de duodeno. En cambio, para diagnosticar intolerancia al gluten no es necesario realizar biopsias, ya que la falta de algunos síntomas presentes en el paciente celíaco y los estudios de laboratorio permiten descartar celiaquía: “En estos pacientes muchas veces no es necesaria la biopsia, aunque antes de comenzar la dieta libre de gluten se debe estar seguros del diagnóstico. Se sugiere no comenzar la dieta libre de gluten sin la indicación precisa del gastroenterólogo”.
De acuerdo con la gastroenteróloga, los pacientes celíacos suelen manifestar síntomas como anemia; diarrea; pérdida de peso; dolor en el área del estómago; evacuaciones grasosas que flotan; sensación de hinchazón o de estar lleno todo el tiempo; falta de apetito; gases con mal olor; sarpullidos en la piel con comezón; síntomas invisibles, como debilidad en los huesos o bajos niveles de hierro, y/o crecimiento lento en los niños. “Se tienen en cuenta los antecedentes familiares, la existencia de alguna enfermedad autoinmune (como la diabetes tipo 1) y el colon irritable (donde el diagnóstico es diferencial). En primer momento, para realizar el diagnóstico se pide un estudio de los anticuerpos y si dan positivo, uno tiene alta sospecha clínica. Se procede allí a una endoscopía con biopsia. En las biopsias, uno ve las vellosidades del intestino delgado que es lo que confirma en definitiva el diagnóstico de la celiaquía”, detalló.
Así mismo, la profesional señaló que un porcentaje importante de pacientes celiacos pueden ser asintomáticos o tener síntomas tan leves que no alteren su calidad de vida: “La celiaquía puede darse en cualquier momento de la vida, en un individuo que tiene una predisposición genética: en niños, en adultos, en adultos mayores (poco frecuente), el paciente puede o no tener un antecedente familiar y ante un proceso infeccioso o alguna noxa (en la mayoría de los casos desconocida) se genera una respuesta inmunológica e intolerancia inmunológica al gluten llevando finalmente al daño del intestino delgado y a la atrofia de las vellosidades”, sentenció.
Consultada sobre el tratamiento para personas intolerantes al trigo no celiaco, explicó que no se indica una dieta estricta de compuestos libres de gluten porque “no hay una respuesta inmunológica del intestino que, posteriormente, cause una enfermedad más grave. El tratamiento es similar al del síndrome de intestino irritable”. En cambio, indicó que en pacientes celíacos el tratamiento es la estricta dieta libre de gluten.
Según el equipo de nutricionistas del Hospital Santa Isabel de Hungría, “es importante entender que el tratamiento no está en la farmacia, está en la cocina. Una vez diagnosticada, su tratamiento consiste únicamente en una dieta estricta de Alimentos Libres de Gluten (sin T.A.C.C), que deberá mantenerse de por vida”.
En ese sentido, indicaron qué alimentos son naturalmente libres de gluten y con cuáles se debe tener precaución: “Entre los alimentos libres de gluten se encuentran frutas, verduras, cereales sin gluten (arroz, maíz, harina de mandioca, de papa, premezclas elaboradas con harinas permitidas), legumbres y derivados (lentejas, garbanzos, porotos y soja), carnes (pollo, carne, pescado, cerdo) y huevos. Y entre aquellos con los que hay que tener cuidado, además de los que tienen T.A.C.C., se encuentran los que, entre los ingredientes, tienen gluten en forma de aditivos. Para mayor seguridad, se pueden consultar los alimentos sin T.A.C.C. en la página de la ANMAT http://www.anmat.gov.ar/alimentos/libres_gluten/alimentos_libres_de_gluten.asp”.
Finalmente, las nutricionistas de nuestra institución señalaron que se debe tener cuidado con la contaminación cruzada, esto es, el contacto entre alimentos con gluten y alimentos libres de él, y la falta de higienización de utensilios previamente utilizados para cocinar, cortar, etcétera, productos con T.A.C.C..
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